viernes, 7 de marzo de 2025

 

El Cojo y el Ciego

En un bosque cerca de la ciudad vivían dos vagabundos. Uno era ciego y otro cojo; durante el día entero en la ciudad competían el uno con el otro.

Pero una noche sus chozas se incendiaron porque todo el bosque ardió. El ciego podía escapar, pero no podía ver hacia donde correr, no podía ver hacia donde todavía no se había extendido el fuego. El cojo podía ver que aún existía la posibilidad de escapar, pero no podía salir corriendo – el fuego era demasiado rápido, salvaje- , así pues, lo único que podía ver con seguridad era que se acercaba el momento de la muerte.


Los dos se dieron cuenta que se necesitaban el uno al otro. El cojo tuvo una repentina claridad: «el otro hombre, el ciego, puede correr, y yo puedo ver». Olvidaron toda su competitividad.

En estos momentos críticos en los cuales ambos se enfrentaron a la muerte, necesariamente se olvidaron de toda estúpida enemistad, crearon una gran síntesis; se pusieron de acuerdo en que el hombre ciego cargaría al cojo sobre sus hombros y así funcionarían como un solo hombre, el cojo puede ver, y el ciego puede correr. Así salvaron sus vidas. Y por salvarse naturalmente la vida, se hicieron amigos; dejaron su antagonismo.

“Dios, de su gran variedad de dones espirituales, les ha dado un don a cada uno de ustedes. Úsenlos bien para servirse los unos a los otros.” 1 Pedro 4:10 (NTV)

 Nunca olvidemos que nos necesitamos los unos a los otros. ¡Fuimos hechos para trabajar en equipo! Esta es la clave del éxito: Construye tus fortalezas para que tus debilidades se vuelvan irrelevantes.

 

EL ZAR Y LA CAMISA

León Tolstói

Un zar estaba enfermo y dijo:

- Daré la mitad de mi reino a quien me cure.

Entonces, se reunieron todos los sabios y empezaron a discutir cómo curar al zar. Nadie sabía qué hacer. Sólo un sabio afirmó que se podía curar al zar.

- Si se encuentra a un hombre feliz -dijo-, se le quita la camisa y se le pone al zar, éste se curará. 

El zar mandó que buscaran a un hombre feliz por todo su reino, pero por mucho que sus emisarios cabalgaron por todos sus territorios, no pudieron encontrarlo. No había ni uno que estuviese satisfecho de todo. Uno era rico, pero estaba enfermo; otro gozaba de buena salud, pero era pobre; otro era rico y gozaba de buena salud, pero su mujer era malvada, o bien sus hijos; todos tenían algún motivo de queja.

Un día, a última hora de la tarde, el hijo del zar pasaba junto a una pequeña isba y oyó a alguien que decía:

- Gracias a Dios he trabajado bastante, he comido cuanto necesitaba y ahora me voy a la cama. ¿Qué más puedo pedir?

El hijo del zar se alegró, ordeno que le quitasen la camisa a ese hombre, que le diesen una cantidad de dinero a modo de compensación, todo el que quisiera, y que llevaran la camisa al zar.

 Los emisarios fueron a ver al hombre feliz y quisieron quitarle la camisa; pero ese hombre feliz era tan pobre que ni siquiera tenía camisa


 Cuando una persona quiere ser feliz y no puede, significa que algo no va bien, es decir, que falta algo en su vida a pesar de que parezca que ya tiene todo lo necesario. Encontrar la razón de este problema es el primer paso para empezar a acabar con el ‘soy infeliz’ y cambiarlo por un ‘ESTOY FELIZ’.

Y tú necesitas la camisa de otro para ser Feliz?