PENSANDO EN EL CAMINO A LA VEJEZ
Hoy sentada en mi lugar favorito hablando con
mi hermana Eveltsy del futuro y de la
atazagorafobia y recordamos algo que leímos
y pensamos te lo voy a compartir; No me
da miedo la vejez, no. No me asustan las arrugas, ni los cabellos blancos, ni
los achaques del cuerpo. Es natural. El tiempo pasa para todos, y yo lo he
visto pasar con mis propios ojos, como quien observa un río correr. Al
principio lento, tranquilo; luego, más rápido, más vertiginoso. No, eso no me
da miedo.
Lo que me asusta de verdad es no
poder valerme por mí misma. Que un día mis manos, que tanto han trabajado, no
respondan. Que mis piernas, que me han llevado a tantos lugares, se queden
inmóviles. Que mi cabeza, siempre curiosa, se pierda en su propio laberinto.
Eso sí me aterra.
No quiero ser una carga. No quiero
que mi independencia, mi bien más preciado, se escape de mí como arena entre
los dedos. Porque he sido fuerte, toda mi vida. He resuelto mis problemas, he
cuidado de los míos, he construido mi camino. Y ahora, cuando la vida se
acorta, lo único que pido es conservar lo que soy, lo que siempre he sido: una
mujer capaz, firme, dueña de sí misma.
No es orgullo, no. Es la necesidad de
sentir que todavía puedo decidir, que mi voluntad sigue intacta. Que si quiero
levantarme a preparar un café, lo haré. Que si decido salir al jardín, caminaré
hasta donde pueda. Que si se me antoja un libro, mis ojos seguirán abrazando
las palabras.
La vejez en sí no es mala. Tiene su
belleza, su calma. Pero perder el control, depender de otros, eso sí me duele.
Porque sé que no es fácil para ellos tampoco. Nadie quiere ver a una madre, una
abuela, postrada, frágil, necesitada.
Y sin embargo, también pienso que si
ese momento llega, si un día mi cuerpo o mi mente fallan, tendré que aprender a
aceptarlo. A aceptar que así como una vez fui niña y me cuidaron, tal vez la
vida me devuelva a ese estado de vulnerabilidad. Y tal vez no sea tan malo si
hay amor, si hay paciencia, si hay dignidad.
Pero mientras pueda, mientras el
tiempo me lo permita, seré yo. Independiente, libre. Porque eso es lo que me
mantiene viva. No la juventud que ya se fue, no los años que me quedan, sino la
certeza de que sigo siendo dueña de mi vida,,,