Cada año que finaliza es un ciclo que se
cierra para dar permiso a
otro, uno nuevo en blanco, donde podremos dibujar nuestros sueños, nuestras
esperanzas, donde todo es posible ya que todo está por construirse.
Hace 24 horas cerramos
este pedazo de vida y de historia, marcado con el número
2013.
«Que el Señor te
bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre
su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm. 6,24-26).
Es
muy significativo escuchar de nuevo esta bendición precisamente al
comienzo del nuevo año: ella acompañará nuestro camino durante el tiempo que
ahora nos espera. Son palabras de fuerza, de valor, de esperanza. No de una
esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco de una
esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro.
Esta esperanza tiene su
razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene
el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros,
impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente.
No vivamos hacia atrás no
comencemos el año 2014 cargados de sombras, no le demos la espalda a la LUZ.
Mientras menos cargas lleves contigo, tendrás que llorar menos y el cansancio
será mucho menor.
Como dice un gran
misionero salesiano Gumersindo Díaz :
“párate en la proa de tu barco, levanta de nuevo las velas, mira hacia
lo largo y ancho del mar…cuando te convenza de su inmensidad, encontrarás otro
camino, y cuando mires al cielo parecerás gaviota que, apartándose de todo,
encuentra el recto camino que le hace volar hasta DIOS”.
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