El pastorcito mentiroso
El pastorcito tenía muchas ovejas. Las llevaba al campo para que
comieran pasto y las cuidaba por si aparecía el lobo.Las ovejas comían y el pastor se aburría. Un día, para divertirse, se puso a gritar:
- ¡El lobo! ¡Socorro! ¡El lobo!
Los campesinos lo escucharon y, dejando sus trabajos, corrieron a espantar al lobo. Fueron con palos y palas, con horquillas y rastrillos.
- ¿Dónde está ese lobo? -preguntaron.
Entonces el pastorcito se echó a reír.
- Era un lobo de mentira -dijo-. ¡Era una broma!
Los campesinos, muy enojados, volvieron a sus campos.
Días después, el pastor volvió a gritar:
- ¡El lobo! ¡Socorro! ¡El lobo!
Cuando llegaron los campesinos, él les dijo, muerto de risa:
- ¡Era otra broma!
Pero un día, en el campo apareció… ¡el lobo! Un lobo negro que tenía muchas ganas de comer ovejas.
- ¡El lobo! -gritó el pastorcito-. De veras, ¡vino el lobo!
"Otro lobo de mentira", pensaron los campesinos. Y nadie fue a socorrerlo.
El lobo se comió las ovejas más gorditas. Las otras, escaparon de miedo y el pastor perdió todo su rebaño.
Había dicho tantas mentiras que, cuando dijo la verdad, nadie le creyó.
Al que acostumbra mentir, nadie le cree ni cuando dice la
verdad.
Muchos niños
mienten por evitar un castigo , a veces porque
se imaginan cosas, mienten a sus amiguitos para que crean que ellos tienen más
y dominar , también mienten porque esperan una recompensa de sus padres y por
supuesto mienten por que aprendieron de ellos, un ejemplo claro es cuando no quieren
atender a alguien y dicen “andá y decile
que no estoy” y ahí se ve que el hábito de mentir se convirtió en una costumbre
y la estoy plasmando en mi hijo como si fuera un legado de generación en generación.
La persona
adicta a las mentiras o el mentiroso crónico, llega al extremo de creer en sus propias mentiras. Las mentiras son madres
de mentiras, es decir, una mentira lleva a otra mentira, con el fin de ocultar
la primera.
Vivimos en un mundo de engaños, mentir ya es aceptado
como una filosofía de vida, que
además la están recibiendo los
niños y adolescentes y como resultado ellos también mienten.
Los mentirosos triunfan al seducir nuestra
confianza y luego al violar esa confianza, pero lo más terrible es que
los niños quedan a merced de la incoherencia existente entre los valores
que normalmente le inculcan los adultos y esas manifestaciones con las que
contradicen con la práctica lo que teóricamente proclaman.
Había una vez un
padre de familia fue a un parque de diversiones con sus dos hijos, uno de
3 años de edad y el otro de 6 años. La entrada tenía un costo
de 5 dólares para los niños menores de 5 años y de 10
dólares para los niños mayores de 5 años. Cuando se
acercó a la a la ventanilla donde
vendían los boletos, el empleado le
preguntó:
- ¿Cuál es la edad de los niños?
El hombre le respondió:
- 3 y 6 años.
El empleado le replicó:
- ¿Es usted tonto? Me ha podido decir que tienen 3 y 5 años y pagar sólo la tarifa de 5 dólares. Ahora que me dijo la verdadera edad de sus hijos, tendré que cobrarle más. ¿Acaso cree que alguien se hubiera dado cuenta?
El padre le respondió:
- SÍ, MIS HIJOS.
- ¿Cuál es la edad de los niños?
El hombre le respondió:
- 3 y 6 años.
El empleado le replicó:
- ¿Es usted tonto? Me ha podido decir que tienen 3 y 5 años y pagar sólo la tarifa de 5 dólares. Ahora que me dijo la verdadera edad de sus hijos, tendré que cobrarle más. ¿Acaso cree que alguien se hubiera dado cuenta?
El padre le respondió:
- SÍ, MIS HIJOS.
Si queremos prevenir al niño contra
la mentira, tendremos que crear en torno a él un clima de autenticidad y
veracidad, en el cual lo más importante sea la conducta honesta, coherente y
libre de hipocresías; enseñarle a tu
hijo normas y pautas de conductas que sean las mismas que tiene en casa no que
al ir de visita le obligues a comportarse de una manera y cuando llega a casa
da lo mismo.
La mentira pone de manifiesto un
fallo de la personalidad, una pendiente hacia el aislamiento y la desconfianza.
Por tanto, luchar contra ella no es más que un alarde de buena voluntad, pero
que está condenado al fracaso.
Es necesario inculcar valores firmes tanto en
el hogar como en la escuela.
No admitir la mentira como «gracia o broma»,
Los adultos no estimular la mentira de niño o adolescentes
utilizándola para fines particulares
Recuerden siempre curar la mentira
es más difícil que prevenirla y te aseguro que a la larga LA VERDAD garantiza el equilibrio y la
felicidad
“DI LA VERDAD Y NUNCA TENDRÁS QUE
RECORDAR LO QUE DIJISTE”.
Lic. Eveltsy Torres Meriño –
Asistente Terapia Psicológica Mercedes Vega
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