sábado, 24 de febrero de 2024

 

LA VERDADERA AMISTAD

Hoy mirando fotos en el baúl de mis recuerdos, tomé una y me quedé mirándola por mucho tiempo, era mi primera amiga, cuántos sentimientos aletearon en mi corazón y a esa edad me preguntaba ¿cuántas amigas tendría en mi vida? y ahora que soy mayor sé que viví la amistad de una forma mágica con pocas amigas, pero de verdad unas de oro, otras de rubí, otras de diamante y todas las perlas que te imagines.

En un papel estaba el cuento de La silla que habla sobre la amistad y se los voy a compartir:

Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y de que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:

– Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario, seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías.

Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela.

Ésta respondió:

– Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento. La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada.

– Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distinguir a tus amigos del resto de compañeros.

Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.

– No os mováis, vais a ver algo alucinante.

Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se cayó. Todos se estallaron en carcajadas.

– Esperen, esperen, que no me ha salido bien – dijo mientras volvía a intentarlo.

Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Mario no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo… hasta que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire…

Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándolo para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas.

Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan.

Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando sus historias y comiendo palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.

Pedro Pablo Sacristán.

Este cuento es para las amigas de verdad.

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