LA
VERDADERA AMISTAD
Hoy mirando fotos en
el baúl de mis recuerdos, tomé una y me quedé mirándola por mucho tiempo, era
mi primera amiga, cuántos sentimientos aletearon en mi corazón y a esa edad me
preguntaba ¿cuántas amigas tendría en mi vida? y ahora que soy mayor sé que viví
la amistad de una forma mágica con pocas amigas, pero de verdad unas de oro,
otras de rubí, otras de diamante y todas las perlas que te imagines.
En un papel estaba el
cuento de La silla que habla sobre la amistad y se los voy a compartir:
Había una vez un
chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de amigos. Presumía
muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y de que era muy amigo
de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:
– Te apuesto un
bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario, seguro que
muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías.
Mario aceptó la
apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus
amigos, le preguntó a su abuela.
Ésta respondió:
– Tengo justo lo que
necesitas en el desván. Espera un momento. La abuela salió y al poco volvió
como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada.
– Cógela. Es una
silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas
al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distinguir a
tus amigos del resto de compañeros.
Mario, valiente y
decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al
llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en
medio, con su silla.
– No os mováis, vais
a ver algo alucinante.
Entonces se fue a
sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se cayó. Todos se estallaron
en carcajadas.
– Esperen, esperen,
que no me ha salido bien – dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar,
provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Mario no se
rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no
dejaba de caer al suelo… hasta que de pronto, una de las veces que fue a
sentarse, no calló y se quedó en el aire…
Y entonces, comprobó
la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas
y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándolo para que no cayera, mientras
muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino
burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas.
Y ahí paró el
numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus
ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos
son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que
pasa a nuestro lado, y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos
pasan.
Aquella tarde, los
cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando
sus historias y comiendo palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas
veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser
amigos para toda la vida.
Pedro Pablo Sacristán.
Este cuento es para
las amigas de verdad.
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