A una mujer que se
confesaba frecuentemente de hablar mal de los demás, san Felipe Neri le
preguntó:
- ¿Te sucede con frecuencia hablar mal del prójimo?
- Muy a menudo, Padre -responde la penitente.
- Hija, creo que no te das cuenta de lo que haces. Es necesario que hagas penitencia. He aquí lo que harás: mata una gallina y tráemela enseguida, desplumándola por el camino desde tu casa hasta aquí.
La mujer obedeció, y se presentó al santo con la gallina desplumada.
- Ahora -le dijo Felipe-, regresa por el mismo camino que viniste y recoge una por una las plumas de la gallina...
- Pero eso es imposible, padre -rebatió la mujer-, con el viento que hace hoy no podré encontrar más que unas pocas.
- También yo lo sé -concluyó el santo-, pero he querido hacerte comprender que si no puedes recoger las plumas de una gallina, desparramadas por el viento, tampoco puedes recoger todas las calumnias levantadas y dichas de mucha gente, y en perjuicio de tu prójimo.
- ¿Te sucede con frecuencia hablar mal del prójimo?
- Muy a menudo, Padre -responde la penitente.
- Hija, creo que no te das cuenta de lo que haces. Es necesario que hagas penitencia. He aquí lo que harás: mata una gallina y tráemela enseguida, desplumándola por el camino desde tu casa hasta aquí.
La mujer obedeció, y se presentó al santo con la gallina desplumada.
- Ahora -le dijo Felipe-, regresa por el mismo camino que viniste y recoge una por una las plumas de la gallina...
- Pero eso es imposible, padre -rebatió la mujer-, con el viento que hace hoy no podré encontrar más que unas pocas.
- También yo lo sé -concluyó el santo-, pero he querido hacerte comprender que si no puedes recoger las plumas de una gallina, desparramadas por el viento, tampoco puedes recoger todas las calumnias levantadas y dichas de mucha gente, y en perjuicio de tu prójimo.
Es un gran pecado
colectivo el hablar de los demás sin ser muchas veces conscientes del daño que
podemos causar. Primero si es falso se convierte en calumnia y segundo si es
cierto se convierte en difamación.
La vida me ha dado dos estupendos
ejemplos de personas reales a quienes nunca he escuchado hablar mal de los
demás: mi madre y mi hermana de corazón Eveltsy.
En el caso de mi madre, ni
aún en las peores circunstancias ha caído la vulgaridad de seguir la discordia.
Supongo que se lo debe a su noble corazón y a mi abuela, a quien tampoco nunca
escuché decir siquiera una mala palabra. En el caso de mi hermana y amiga, quien también sufrió
injusticias , tampoco le he escuchado
sino palabras cargadas de bondad, de belleza, de elegancia y sabiduría…
Quizás además de una buena crianza, se deba a que genuinamente procuro vivir
las enseñanzas de los grandes sabios.
Un precepto budista dice “No condenes a ningún hombre en su ausencia; y
cuando te veas forzado a censurarlo, hazlo frente a su cara, pero suavemente y
con palabras llenas de caridad y compasión. Ya que el corazón humano es como la
planta – Kusûli; que abre su cáliz al suave rocío de la mañana, y lo cierra
ante un fuerte aguacero”.
Confucio enseña que “Cuando veas a un hombre bueno,
trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, indaga en tus propias faltas”;
y aún que “un Hombre Superior se acusa a sí mismo, un hombre vulgar acusa a los
demás”.
Tal vez ,
si todos nos esforzamos en practicar el silencio prudente cuando se trate de
criticar a los demás, el mundo empezaríamos
a disfrutar mas del lugar donde vivimos.
MERCE
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